26 de octubre de 2024 (14:50 hrs).-Si la tragedia que vive hoy el estado de Sinaloa se convirtiera en una novela policiaca clásica, el misterio a resolver sería qué se rompió entre las dos familias que hace muchos, muchos años controlaban el negocio ilegal, la seguridad y la violencia en buena parte de México desde aquel estado que prestó su nombre al cártel más poderoso durante muchos años en el país.
Qué hizo que se rompiera la pax narca, esa situación que el director del diario Noroeste, Adrián López, describió con precisión en El País hace unos días.
De Adrián tomo estos datos hasta ayer del costo de ese rompimiento: 260 homicidios (6.2 diarios), 301 privaciones de la libertad (7.2 diarias), 392 vehículos robados (9.3 diarios), 72 personas detenidas.
El horror.
Como si esto fuera poco, que no lo es, ahora la Fiscalía General de la República le dice a las autoridades del estado que mintieron, que el asesinato de Héctor Melesio Cuén, ex rector de la universidad estatal, no fue en una gasolinera como le quisieron vender al mundo, sino en el mismo lugar que El Mayo dijo que lo habían secuestrado.
Y en medio de todo esto el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, del que ya no está claro si andaba por aquel rancho o en Disney divirtiéndose.
Las cosas solo se pondrán peor. Los hijos de El Chapo ya andan negociando contar cosas con tal de obtener sentencias generosas y no dudemos que algo parecido hará. Para como andan las relaciones entre México y Estados Unidos en materia de seguridad, no parece que fiscales y agencias estadunidenses se vayan a guardar mucho de lo que los delincuentes digan. Y si ya te montaste en lo que dijeron delincuentes contra García Luna, pues cómo le vas a hacer cuando salgan nombres de compañeros de partido, gobernantes —sí, me refiero al gobernador Rocha— con los que te has tomado fotos sonriendo. ¿Que ahora sí mienten esos criminales?
Ahora, Claudia tiene una salida.
Los gobernadores, muchos de ellos desastrosos en nuestra historia reciente, han servido como una buena válvula de escape para el gobierno federal en tiempos complicados. Basta contar cuántos hay en prisión o acusados o en el exilio, o en proceso, o calladitos.
Si yo fuera Rocha Moya, ahora sí agarraría un avión. Pero no a EU, digo.